A diferencia de la producción de miel como actividad agropecuaria, que ha evolucionado hacia explotaciones apícolas con mayor tamaño y capacidad de producción, los aficionados a la crianza urbana de abejas mantienen pequeñas colonias que se alimentan y ayudan a polinizar los jardines urbanos, ricos y diversos.
Los jardines y parques metropolitanos, donde abunda la diversidad de plantas con flores, contribuyen a producir una miel especialmente rica e intensa, ya que las abejas acceden a una dieta más variada y evitan los pesticidas de los monocultivos y susdevastadoras consecuencias en abejas y otros animales.
Los jardines y parques metropolitanos, donde abunda la diversidad de plantas con flores, contribuyen a producir una miel especialmente rica e intensa, ya que las abejas acceden a una dieta más variada y evitan los pesticidas de los monocultivos y susdevastadoras consecuencias en abejas y otros animales.
Los beneficios de la apicultura urbana son sustanciales, según los estudios surgidos tras el revivido interés en la cría de abejas en ciudades, que derriban varios mitos.
Mito 1: sobre la pureza y calidad de la miel urbana.
A diferencia de lo que pudiera pensarse, la apicultura urbana genera miel con menor concentración de residuos químicos que la producida en explotaciones agropecuarias convencionales, debido a los ya mencionados altos niveles de pesticidas usados en la agricultura intensiva. Al existir una mayor diversidad de plantas y flores, la miel urbana es incluso de mayor calidad.
Mito 2: las abejas fomentan la aparición de alergias.
Joshua Brushtein explica en The New York Times las abundantes evidencias que relacionarían el polen en la miel producida en la ciudad con el desarrollo de defensas de la población contra alérgenos locales.
Mito 3: las abejas afectan negativamente a los jardines y parques, privados y públicos, de la ciudad.
Mito 3: las abejas afectan negativamente a los jardines y parques, privados y públicos, de la ciudad.
Mito 4: las abejas son agresivas y peligrosas para los habitantes de la ciudad, sobre todo niños y personas mayores.
Las abejas melíferas han convivido con el ser humano durante milenios, primero con cazadores-recolectores de Europa, Asia Menor y el norte de África, que recolectaban miel silvestre; y, con el desarrollo de la agricultura y los primeros asentamientos urbanos del neolítico, nació la producción de miel en colmenas, o enjambres promovidos por el propio ser humano.
No son agresivas y sólo asumen un comportamiento defensivo cuando han perdido a su reina o ésta no está aovando, al no poder garantizar la supervivencia de la colonia, representada en el nacimiento de nuevas generaciones. En cualquier caso, incluso un comportamiento defensivo circunstancial como el expuesto se daría sólo en una aproximación a la colmena, y no más allá de la misma terraza o azotea, no ya en el resto de la ciudad.
Mito 5: la apicultura urbana es una afición costosa y difícil.
Basta con adquirir una colmena y los primeros ejemplares de una colonia para iniciar, en unos meses, la producción de miel. En cuanto al nivel de dificultad, tanto especialistas como recién iniciados insisten en el poco cuidado que requiere una colmena en el entorno rico en plantas con flores, el manjar perseguido por as abejas melíferas, de las grandes ciudades.
La mayor dificultad al iniciarse en la apicultura urbana parece estribar en la falta de normativa que regule la actividad en nuestro pueblo o ciudad. La cría de abejas debería estar no sólo permitida en la ciudad, sino promovida entre aquellos vecinos que tengan espacio suficiente en su balcón o terraza, o entre quienes tengan el visto bueno de la comunidad de vecinos para instalar paneles en la azotea u otros lugares comunes.
La mayor dificultad al iniciarse en la apicultura urbana parece estribar en la falta de normativa que regule la actividad en nuestro pueblo o ciudad. La cría de abejas debería estar no sólo permitida en la ciudad, sino promovida entre aquellos vecinos que tengan espacio suficiente en su balcón o terraza, o entre quienes tengan el visto bueno de la comunidad de vecinos para instalar paneles en la azotea u otros lugares comunes.
Coincidiendo con el interés por los huertos urbanos, los movimientos de comida local y orgánica, y una mayor concientización medioambiental entre determinados sectores, se ha multiplicado el número de colmeneros urbanos. Aumentan el interés y, por qué no, las oportunidades de negocio; ya hay emprendedores verdes interesados en diseñar colmenas compactas y sencillas para apicultores poco experimentados.
Pero los colmeneros urbanos no son una novedad en la apicultura, asociada a las poblaciones humanas con cierta densidad desde el neolítico. La producción de miel fue relativamente corriente en ciudades de todo el mundo hasta hace unas décadas, aunque el mayor celo de las autoridades contribuyó a su lenta decadencia, que ahora finaliza con un interés sin precedentes, favorecido por el papel de Internet en el intercambio de conocimientos apícolas precisos entre aficionados.
En esta ocasión, los aficionados a la producción de miel en entornos urbanos y para consumo propio creen que la miel producida puede tener calidad.
Pero los colmeneros urbanos no son una novedad en la apicultura, asociada a las poblaciones humanas con cierta densidad desde el neolítico. La producción de miel fue relativamente corriente en ciudades de todo el mundo hasta hace unas décadas, aunque el mayor celo de las autoridades contribuyó a su lenta decadencia, que ahora finaliza con un interés sin precedentes, favorecido por el papel de Internet en el intercambio de conocimientos apícolas precisos entre aficionados.
En esta ocasión, los aficionados a la producción de miel en entornos urbanos y para consumo propio creen que la miel producida puede tener calidad.
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