Sí que tienen olfato. Pero a que no se imaginan donde está ubicada su nariz…
En
las antenas. Así es, en los extremos de las antenas tiene un conjunto
de pequeños pelitos que sirven de órgano táctil y también llevan poros
olfativos.
El premio Nobel, Karl von Frisch, dedicó gran parte de
su vida al estudio del comportamiento y del lenguaje de las abejas.
Encontró entre otras cosas que la abeja en la penumbra de la colmena
reconoce la celdilla donde, por ejemplo, hay huevos recién puestos a las
que hay que alimentar. Se reconocen entre ellas, pueden rechazar abejas
de otra colmena o simplemente encontrar una celda abierta que contenga
miel para alimentarse.
A su vez, las mismas abejas dejan un olor característico para cada ocasión. Es la feromona.
La
Reina emite una feromona muy importante. Y es la que mantiene la
colonia unida, le da su carácter propio. Una colmena tiene distinto olor
que otra. Por lo que es relativamente fácil reconocer intrusos (si uno
es abeja). Esto lo van a ver llamado “footprint” en la mayoría de
artículos relacionados con el tema.
Los Zánganos liberan una
feromona que los mantiene juntos, por ejemplo, durante el vuelo nupcial.
El que no ve a la Reina, por lo menos sigue a los compañeros.
Las
Obreras tienen varias feromonas que utilizan en distintas ocasiones.
Está la de defensa de la colonia y otra que utilizan en la recolección del néctar. Para no pasar dos
veces en el día por las mismas flores, dejan un leve olor que con la
humedad de la noche desaparece. Y a la mañana siguiente, cuando la flor
ya tiene otra vez néctar, no impide que la abejita la visite de nuevo.
Todo esto es parte de la naturaleza que sólo lo ve el apicultor.
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