Para la manipulación de las colmenas, los apicultores necesitan cubrirse íntegramente para evitar ser picado por cientos de abejas. Fotos: César Muñoz/Andes
Miguel Bravo ha perdido la cuenta de las picaduras de abejas que ha recibido a lo largo de su vida.
El hombre de 65 años, pese a estar acostumbrado a sentir el dolor que causa el aguijón de este insecto, le tiene mucho respeto a las miles de abejas que habitan en las 55 colmenas que tiene en una finca ubicada en el cantón Rocafuerte, provincia de Manabí.
Por ello, cada vez que acude a revisar cómo están sus colmenas, el apicultor se viste como si fuera a la “guerra”, ya que utiliza un traje con colores tipo militar, botas y un sombrero con una malla larga que recubre su cara y cuello. Todo ello dice, “para evitar la picadura de las abejas”.
Esta actividad que Bravo realiza se llama apicultura, algo que, según él, pocos en el país la realizan de forma profesional, y alega que muchas personas solo se dedican a extraer la miel que producen las abejas y no aprovechan todos los derivados que se pueden obtener.
“La apicultura es una técnica con la cual se extrae principalmente la miel, pero existen otros beneficios como el propóleo, polen, jalea real, cera, entre otros, que se puede conseguir con la apicultura”, afirma el apicultor.
Bravo indica que sus conocimientos sobre esta actividad los adquirió en México, país donde estudió una tecnología en apicultura hace más de 40 años. Luego de eso regresó al país para ejercer esta profesión.
El apicultor explica que las abejas no solo se encargan de fabricar la miel, sino que además cumplen un rol importante en la naturaleza, el cual consiste en la polinización.
“Las abejas no solo sirven para la fabricación de la miel, sino que estos insectos son las encargadas de mantener la vida en la vegetación. Sin esta labor de las abejas bajaría hasta un 75% la productividad de las cosechas y sin abejas la tierra tendría unos 15 años de vida”.
Sobre los productos que se puede conseguir de las abejas, Bravo sostiene que uno de ellos es el propóleo, el cual es una sustancia fabricada por las abejas a partir de las yemas y resinas de los árboles.
“El propóleo tiene propiedades curativas. Este actúa como un antibiótico natural y se puede hacer mentol, el cual ayuda a la respiración y el colirio, que sirve para combatir infecciones crónicas y severas en los ojos”.
Bravo acota que con la miel también se elabora jabón, shampoo, entre otros productos. “Con la miel se pueden elaborar muchos productos a beneficio de las personas”.
El apicultor afirma que otro producto es la api toxina (veneno de las abejas), con la cual se mejora el metabolismo del sistema nervioso.
“Con la api toxina se mejora la actividad del cerebro, además combate la artritis, dolores musculares y articulares. En definitiva mejora la calidad de vida de los pacientes que padecen de estas mencionadas enfermedades”.
Carmen Delgado, de 54 años de edad, vive en Portoviejo y es una de las clientas que tiene Bravo. Asegura que ha mejorado un problema visual con el uso del colirio.
“Tenía una infección crónica en el ojo derecho y desde que me aplico el colirio, mi problema ocular ha evolucionado favorablemente. Este tipo de productos hecho a base de lo que producen las abejas es una opción natural para cualquier malestar”, afirmó.
En el país, según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (Magap), el consumo de miel de abeja alcanza las 601 toneladas métricas anuales. Cifra que explica el incremento de su producción.
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