Loque europea.
En principio la Loque europea no tiene repercusión efectiva sobre el dinamismo de la colonia y es, un cierto tiempo después, cuando pierde su población de forma evidente, sobre todo en casos graves.
La cría aparece en el interior de la celdilla ocupando posiciones diferentes a la normal, con el dorso hacia la entrada y presentando aspecto de cría en «mosaico», salteada, ya que, si la celdilla se limpia cuando la larva muere y la reina vuelve a poner en la misma, el panal presenta un aspecto no uniforme.
La larva se vuelve frágil, muestra por transparencia el sistema traqueal y se transforma en una masa más o menos espesa, ni viscosa ni filante, cuyo color varía del gris al marrón oscuro; en ningún momento hay adherencia a las paredes de la celdilla y la extracción del cadáver es siempre fácil.
La mortandad de larvas jóvenes en las celdillas sin opercular, además de un olor agrio o pútrido, particularmente en la piquera o cuando se abre la colmena, son los primeros síntomas que presenta la enfermedad.
Loque americana.
Al comienzo de la enfermedad el debilitamiento de la colonia es bastante lento, por lo que en poblaciones insuficientemente vigiladas no se constata la enfermedad hasta el momento en que la falta de actividad se hace evidente.
En estado avanzado, es perceptible un olor característico a cola de carpintero, aun antes de abrir la colmena.
Los opérculos sobre larvas muertas se oscurecen, se hunden, muestran orificios o grietas de mayor o menor tamaño y las abejas los quitan hasta dejar las celdillas totalmente abiertas.
La cría que presenta un aspecto irregular, salteada o en «mosaico» adquiere una tonalidad parecida al marfil, corno el café con leche después y por último marrón, transformándose en una masa viscosa y filante.
Por pérdida de agua se convierte en una escama seca de color pardo oscuro, casi negro, que se adhiere fuertemente al fondo de la celdilla.
Septicemia. La septicemia produce en las abejas que la padecen inquietud y debilidad, se arrastran agotadas y pierden la facultad de vuelo, si bien se mueven con las alas abiertas.
El abdomen está ligeramente abultado, se presenta parálisis y síntomas de melanosis.
Las abejas apenas pican, caen sobre el dorso y mueren, desintegrándose en algunos segmentos corporales. Las alas y patas se desprenden y se produce un olor fétido, como consecuencia de la descomposición de su musculatura pectoral.
La hemolinfa pierde su color ligeramente opalescente para volverse color lechoso.
Cría sacciforme.
Si las larvas sanas se transforman en pupas cuatro días después de la operculación de las celdillas, la cría afectada por el virus M. aetatulae no sufre esa transformación y permanece estirada, ya que la cubierta externa se endurece formándose una especie de saco que encierra líquido y a la larva, que toma un color castaño oscuro.
La disposición de la cría, salteada, con los opérenlos hundidos, son síntomas muy parecidos a los de la Loque americana.
En las larvas afectadas no se produce una modificación sensible de su forma y su consistencia no es ni viscosa, ni filante, no tienen un olor característico y cuando se desecan toman una forma peculiar, con los restos de tegumentos cefálicos dirigidos hacia arriba (cría en góndola) y pueden extraerse de las celdillas con facilidad.
Parálisis.
En la parálisis crónica se presenta un temblor anormal de las alas, que con frecuencia se encuentran dislocadas. Este temblor llega al cuerpo de las abejas enfermas que están incapacitadas para el vuelo, se arrastran por el suelo e intentan entrar en la colmena trepando por los tallos de las hierbas cerca de la piquera.
El abdomen aparece abultado, como consecuencia de la distensión del buche melario, que está lleno de líquido con gran cantidad de virus. Esta distensión provoca una disentería.
Los síntomas de parálisis aguda se presentan en abejas que al principio pueden volar; aparecen casi carentes de pelo (alopecia), lo que les hace parecer más pequeñas y con un color oscuro, casi negro. Presentan el abdomen relativamente ancho y pasados unos días aparecen los temblores y la incapacidad de volar. Estas características hacen que sean rechazadas por abejas de su propia colonia, que las confunden con abejas ladronas.
Ascosferosis (Cría yesificada, Pollo escayolado).
La A. apis aparece en principio sobre cría de zángano, para extenderse posteriormente a cría de obreras, aunque no es una regla que se cumpla estrictamente.
En el colmenar se nota la presencia de momias extraídas por las abejas limpiadoras sobre la plancha de vuelo o delante de las colmenas, apreciándose una despoblación y una baja actividad en las colonias afectadas.
Las larvas infectadas presentan inicialmente una consistencia algodonosa, debido a la extensión del micelio.
El agua de los tejidos se evapora y la momificación comienza endureciendo a la cría.
Las larvas en el interior de las celdillas operculadas no están adheridas a sus paredes y esto hace que al mover el cuadro se produzca un ruido de «tableteo».
La disposición irregular de la puesta que se produce por la limpieza de momias, al no estar afectadas todas las larvas, y la nueva puesta de la reina, hace que se presente en “mosaico”.
Las momias mantienen un color blanco sucio, si no se han producido esporas; en caso contrario, su coloración es gris azulada o casi negra.
Nosemosis.
A veces se presenta una agitación anormal de la colonia durante el invierno y una falta de dinamismo en primavera, con la presencia de abejas arrastrándose por el suelo en los alrededores de las colmenas.
El apicultor evidencia en la colonia afectada una neta despoblación, a pesar de tener la cría sana, lo que puede llevar consigo un enfriamiento del «pollo», al no estar cubierto de abejas. Las abejas infestadas viven solamente la mitad del tiempo que los individuos sanos, si bien la mortandad no es siempre reveladora de la gravedad de la enfermedad.
El insecto presenta abdomen globoso y distendido por la acumulación de excrementos, que no siempre generan una diarrea intensa, con deyecciones de color marrón claro verdoso y olor fétido.
Las abejas presentan un aspecto brillante, una debilidad general y una imposibilidad de volar, probablemente a consecuencia de una compresión de los sacos aéreos abdominales. Se manifiestan temblores y parálisis.
Estudios realizados en los ovarios han demostrado que la infestación de Nosema apis producía un proceso de degeneración de los mismos, hasta llegar a la esterilidad, lo que motiva que haya múltiples sustituciones de reinas en una misma temporada.
En las formas más graves, las colonias mueren rápidamente. Ahora bien, existe una forma latente, no detectable clínicamente, que afecta de una forma más negativa a la población de invierno.
Amebosis.
Los síntomas son parecidos a los de la Nosemosis. Los casos típicos de Amebosis se ponen de manifiesto por unas abundantes diarreas, color amarillo claro; consistencia acuosa o pastosa, que manchan tanto los cuadros como la piquera, y la plancha de vuelo.
Las abejas aparecen con signos diarreicos a la menor excitación que sufren, como pueden ser la apertura de la colmena, presentando un abdomen engrosado y distendido, como consecuencia de la repleción de los sacos aéreos, en contraste con el abdomen abultado y más corto que presentan cuando la enfermedad es la Nosemosis.
El agotamiento de las colonias es rápido y las abejas mueren en el exterior de la colmena.
Acarapisosis.
La sintomatología de la enfermedad no es precisa ni característica.
Cuando la infestación es leve no se manifiestan síntomas y la abeja continua sus trabajos de forma habitual. La parasitosis puede tener un largo período de latencia, dos-tres meses, en los que no se presentan síntomas. Sin embargo, cuando la enfermedad se agrava el vuelo de las abejas es lento y a veces imposible por la alteración de los músculos de las alas. Estas presentan una posición anormal, perpendiculares al cuerpo y caídas, como dislocadas.
Las abejas se arrastran fuera de la colmena y tratan de volver a entrar trepando por los tallos de la hierba.
La enfermedad puede permanecer durante todo el invierno en la colonia. Un consumo prematuro de las reservas corporales provoca una repleción excesiva en la ampolla rectal de las abejas parasitadas, que presentan un abdomen dilatado, lo que puede dar como resultado una disentería.
Varroasis.
El período de prelatencia (ausencia de síntomas) varía considerablemente con la climatología y el sistema de explotación.
El desarrollo de las larvas parasitadas se demora, sufriendo un retraso la eclosión de las jóvenes abejas.
Las larvas fuertemente parasitadas mueren y al sufrir un proceso de putrefacción desprenden un olor desagradable. Entonces los opérculos son retirados por las abejas limpiadoras, y en el fondo de las celdillas se observan los excrementos de los ácaros, que tienen forma filamentosa de color blanco.
El peso reducido de las pupas parasitadas, así como la pérdida de proteínas, tiene efectos inmediatos sobre las abejas, que no alcanzarán un tamaño adecuado, acompañado de malformaciones anatómicas, que se traducen en una reducción de la vida productiva de las abejas.
La presencia de parásitos provoca en las mismas una actividad más intensa, ya que intentan desembarazarse de sus huéspedes. En invierno, en los casos de infestaciones medias y fuertes, los «racimos» de abejas son menos densos, saliendo de las colmenas muchas abejas.
La falta de vitalidad de las abejas parasitadas, y su muerte prematura, ocasiona un menor aporte de néctar y polen, que origina un
debilitamiento de la colonia, y por tanto, puede producir su desaparición.
Cuando la cría es parasitada por más de ocho ácaros, las pupas mueren y no terminan su transformación en abejas adultas (de Jong y colab.), presentándose entonces en los cuadros unas características parecidas a las producidas por el Bacillus larvae productor de la enfermedad denominada «Loque americana.
En condiciones más favorables, la eclosión de la abeja adulta se puede ver retrasada de dos a cuatro días.
En estos casos, la acción patógena sobre la cría repercute de una forma decisiva en el futuro de la abeja adulta, y se presentan entonces malformaciones, reducción de la vida productiva y, como consecuencia, debilitamiento general. Las malformaciones se concretan en la presencia de alas rudimentarias, patas atrofiadas, abdomen acortado, y dan como resultado individuos no útiles a la colonia, que son eliminados por el resto de las abejas.
Existe una correlación entre el número de parásitos que soporta una cría y el peso de la futura abeja, el cual puede verse disminuido hasta el 20 por ciento.
Se ha constatado que con infestaciones leves se reduce la vida productiva de las abejas hasta un 64 por ciento, llegando al 83 por ciento, cuando la infestación es muy grave.
La presencia en invierno de varroas en la “piña invernal” hace que el consumo de alimentos aumente considerablemente, lo mismo que el calor producido por las abejas, lo que puede provocar un alargamiento del periodo de puesta de la reina, que tiene como consecuencia un incremento en el periodo de reproducción del ácaro.
Es preciso tener en cuenta que la presencia de varroosis en una colonia puede tener consecuencias nefastas, no solamente por esta parasitosis, sino también por su acción vectorial para ciertos agentes patógenos, que incrementan su virulencia cuando entran en la hemolinfa: virus de la parálisis aguda.
La colonia en fase terminal pierde prácticamente la población, la colmena aparece con reservas pero sin abejas.
Galeriosis.
Achroia_grisella o polilla de la cera
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Los daños causados por las polillas (larvas) consisten en la destrucción de las reservas de la colonia, cera, etc., estando después de algunas semanas todos los cuadros de una colmena afectados, amén de dejar en ellos hilos sedosos y excrementos que dan un aspecto desolador al conjunto.
La destrucción se realiza a través de galerías que hacen las larvas de uno a otro lado del panal.
Estos ataques se manifiestan en las zonas atacadas, en el caso de A grisella por galerías de trazado recto y de varios centímetros de longitud y por celdillas abiertas de bordes prominentes (cría tubular), debido a la ascensión de la larva al sentirse molesta por el ataque subterráneo de la polilla.
En colonias atacadas por polilla existe una frecuencia mayor de lo normal de Loque americana, por el transporte realizado por G. mellonella de esporos de B. larvae.
Braulosis (Piojo de las Abejas).
Cuando el parasitismo es intenso se han llegado a contar de 15 a 20 “piojos” en una reina; ésta puede sentirse molesta e incómoda y su puesta disminuye.
Por otra parte al competir por la comida con las obreras, pueden interferir en la labor de alimentación larvaria.
Los cuadros se alteran debido a la presencia de túneles excavados por las larvas y se vuelven repugnantes para las abejas.
La miel pierde su valor, al poder llegar a fermentar por la absorción de vapor de agua, y la que se comercializa en secciones se deprecia.
Aethinosis (Pequeño escarabajo de las colmenas).
El daño más importante además del consumo de miel y de cría de abejas es que las larvas defecan en ella.
Esto, probablemente con la secreción de otros materiales da lugar a la fermentación y la formación de espuma que tiene un olor parecido al
de las naranjas al pudrirse.
Cuando se abre una colmena afectada se detecta un fuerte olor a miel fermentada.
Las larvas de A. tumida pueden confundirse con las de G. mellonella.
Disentería.
Los síntomas que caracterizan esta afección son: un abultamiento del cuerpo de las abejas y la distensión del abdomen, no solamente por los excrementos acumulados, sino también por el gas producido por la descomposición del contenido intestinal, que sale al exterior a la menor presión ejercida sobre las abejas enfermas.
Hay presencia de deyecciones sobre las partes interiores de las colmenas, paredes, cuadros, cera y sobre la plataforma de vuelo y partes exteriores.
Las deyecciones son líquidas, de un color que varía del amarillo oscuro al marrón, y que pueden manchar a otras abejas e incluso obstruir sus estigmas respiratorios.
En casos graves, como síntoma característico las abejas afectadas realizan vuelos de limpieza, cuando las condiciones no son buenas, lo que ocasiona pérdidas de abejas.
Acariosis
Es una endoparasitosis de la abeja melífera provocada por el ácaro Acarapis woodi Rennie, que invade y se reproduce en el aparato respiratorio de las abejas adultas, localizándose casi exclusivamente en el primer par de tráqueas torácicas.
Las abejas infestadas se arrastran en las proximidades de la colmena con las alas extendidas con una marcada dislocación de las mismas hacia adelante o en forma perpendicular a su cuerpo y caídas, tratando de volar, lo que generalmente no logran por tener dañados los músculos del vuelo. Se rascan con las patas como si algo les molestase, se observan abejas paralizadas con el abdomen dilatado. Las abejas muestran un aspecto brilloso.
Tráquea de color blanco nacarado de abejas sanas - Tráquea oscura lesionada de abeja infestada |
Las abejas moribundas presentan movimiento lentos. Generalmente las abejas enfermas no mueren dentro de la colmena, sino que pueden quedar fuera de esta salvo casos muy avanzados, en los cuales muchas abejas se pueden encontrar muertas en el piso de las colmenas.
Por presentar síntomas clínicos semejantes a otras enfermedades de las abejas adultas se recomienda el análisis de laboratorio de muestras de abejas adultas, donde a través de la observación microscópica de las traqueas de las abejas afectadas se pueden identificar a los ácaros parásitos en sus distintos estadios o bien las lesiones provocadas por los mismos en las paredes de las mismas.
La ingestión de hemolinfa y los daños mecánicos que provocan los ácaros por tal motivo en las paredes traqueales conduce a la formación de manchas o costras de color entre amarillo pardo y negro, éstas son debidas a restos de hemolinfa, a la secreción salival de los ácaros y a los procesos de melanización, como resultado de ataques intensos y no recientes.
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