En todo el mundo, la abeja melífera es hoy día considerada un animal doméstico. La presencia de colonias silvestres resulta un fenómeno poco frecuente y temporal, al menos en zonas templadas. Sin embargo, la abeja melífera es mucho más antigua que el hombre y se desarrolló en su forma actual sin la interferencia humana. Esta es la diferencia fundamental entre la abeja melífera y otros animales domésticos, dado que todos los demás sufrieron cambios intensos debido a la intervención del hombre.
Hoy puede encontrarse la abeja melífera en todos aquellos lugares donde las condiciones climáticas hayan hecho posible su existencia. Su adaptabilidad es bastante sorprendente; su hábitat se extiende desde la línea ecuatorial hasta más allá del Círculo Ártico. Sin embargo, es necesario observar la diferencia entre abejas melíferas en los lugares en los cuales son autóctonas y las que se han establecido en territorios nuevos que fueran invadidos por ellas, reci8én después que el hombre blanco se afincara en el lugar. Las abejas melíferas llegaron por primera vez a estos territorios (América, Australia y Siberia) hace alrededor de unos 100 a 400 años. No difieren mucho en su apariencia de las abejas melíferas de sus países de procedencia (Alpatov, 1929). Sin embargo, presentan un desarrollo diverso: las abejas de los territorios nuevos han experimentado una variación menor que sus congéneres en sus países de origen. Ello es consecuencia del hecho que los millones de colonias que existen hoy en el Nuevo Mundo, descienden de un número relativamente pequeño de reinas que en aquellos días fueron traídas a través del mar.
En sus países de origen, o sea Europa, África y Levante, la abeja melífera estuvo librada durante mucho tiempo a la selección natural. En épocas lejanas la influencia del hombre sobre su hábitat era poca y probablemente sólo de significado local, tal como el establecimiento de colonias en alguna isla y en regiones semi-áridas (estepas). En las diferentes zonas, bajo la influencia de una selección consecuencia del clima, flora y enemigos, las abejas se fueron adaptando a las condiciones reinantes tal como sucedió con otros animales salvajes y plantas silvestres. Estos tipos se conocen generalmente como razas naturales, geográficas o subespecies “Raza” no tiene, por consiguiente, el mismo significado en la cría de abejas que en el caso de otros animales. “Raza” en la cría de perros, ganado o aves significa el resultado de una selección planificada por largo tiempo. Las razas geográficas de abejas son el resultado de la selección natural en su país de origen; así llegaron a adaptarse a su ambiente original, pero no siempre a las necesidades económicas del apicultor. Por consiguiente, no son el resultado, sino la materia prima para la selección de la cría.
Debemos tener plena conciencia de que las razas geográficas de abejas son unidades muy distintas que representan a genotipos muy diferentes, adaptados a distintos medios ecológicos. Aún dentro de razas determinadas existen ecotipos adaptados a condiciones ambientales especiales (Loveaux, 1969). Por lo tanto, cualquiera sea el sistema de cría que se use, estas variaciones genéticas deben ser tomadas en consideración a fin de asegurar la obtención de resultados óptimos. Para conservar estos diferentes “pools genéticos” se están tomando medidas en los diversos países con el objeto de mantener puras a las abejas locales (Avetisyan, 1973). Por consiguiente, resulta de gran importancia conocer cada vez mejor todo lo concerniente a razas geográficas y ecotipos de abejas.
ORIGEN DE LA ABEJA MELÍFERA DE OCCIDENTE
Mucho se ha discutido sobre el origen de la abeja melífera (Apis mellifera L. ). Debemos aceptar como un hecho consumado que las otras tres especies del género Apis viven en el sudeste de Asia. Dos de ellas, la pequeña abeja melífera Apis florea y la abeja melífera gigante Apis dorsata demuestran en cierto modo rasgos primitivos. Viven sobre un solo panal, al aire libre y la comunicación ente las obreras no es tan perfecta como lo es entre las de Apis mellifera (Lindauer, 1957); además poseen solamente la mitad de los cromosomas de nuestra abeja melífera (Deokikar y col., 1959). La tercer especie, apis cerana (o apis indica), se parece más a la Apis mellifera. Su cuerpo es bastante parecido; hacen su nido en huecos; construyen varios panales; y su forma de comunicación es en principio igual que en Apis mellifera (Lindauer, 1957). Su forma de vida le permite vivir en climas más fríos; se extendió desde los trópicos, cruzando China llegó hasta Siberia. Contrariamente a afirmaciones anteriores, no parece ser posible el cruzamiento entre Apis mellifera y Apis cerana (Maul y Ruttner, 1969). Ellas son dos especies separadas, aunque estrechamente emparentadas. Al igual que su hermana occidental, la abeja melífera oriental desarrolló varias razas distintas. Las razas del norte (Afganistán, Himalaya, China) son más grandes que las del sur (Ceilán, Indonesia).
Deodikar supone que A. Mellifera se desarrolló de la A. Cerana más primitiva en la región del Himalaya. Ya que la variedad de formas de Apis mellifera es desusadamente grande en las regiones entre la parte este del Mediterráneo y el Cáucaso, debe buscarse el centro de su origen en algún lugar del Cercano Oriente.
La abeja melífera oriental no produce colonias tan fuertes como la abeja occidental. Las colonias se mantienen, por consiguiente, en colmenas más pequeñas, en aquellos lugares donde se usan métodos modernos (Kapil, 1971). Debido a la menor producción de miel en países con clima templado, se reemplaza esta abeja con razas importadas de abeja melífera occidental (Afganistán, Japón y hasta cierto punto también de China). Como ambas especies comparten la misma atracción sexual y se efectúan cruzamientos que luego no tienen descendencia, es difícil mantenerlas en la misma zona.
Varios años de observación, también en ambientes comunes de vuelo, parece indicar que la Apis cerana prácticamente nunca es susceptible a infección de Nosema.
CARACTERÍSTICAS DISTINTIVAS DE LAS RAZAS DE ABEJAS
Antes de discutir las razas principales de abejas y sus características, deberíamos mencionar algunas características que se utilizan en la actualidad para distinguir entre las razas. Ruttner (1973) realizó un estudio más detallado. Aquí se mencionan algunas características que sólo cambian en pequeña medida bajo la influencia del medio ambiente y por lo tanto se mantienen plenamente en diferentes medios ecológicos.
La razas de abejas pueden distinguirse claramente por métodos biométricos. En los primeros años se usó casi exclusivamente el color para discriminar entre ellas. En el Continente Americano, donde no existen razas separadas, aún sigue válido. Sin embargo, como existen diversas razas “oscuras” y “amarillas”, esta característica no es suficiente. El criador de abejas experimentado puede distinguir las razas por su apariencia y comportamiento (Hermano Adam, 1966), pero para realizar una identificación clara se hacen necesarias mediciones más precisas. Desde hace muchos años se han venido usando una serie de caracteres morfológicos.
Tamaño. Las diferencias de tamaño entre razas resaltan a simple vista. Si se miden ciertas partes del cuerpo por separado (ancho del tórax y segmentos abdominales, largo de la lengua, patas y alas) se pueden determinar también, en forma objetiva, diferencias menores en tamaño.
En Europa, la abeja oscura del norte es más larga que las razas sureñas (Carniolas, Italianas y Chipriotas).
Parece que las razas africanas fueran todas de dimensiones menores. Las diferencias en el tamaño del cuerpo también influyen en el tamaño de las celdas naturales (Albert, 1956); las razas más pequeñas construyen celdas más reducidas. Parece ser regla general, al menos en Europa, que las abejas más pequeñas tengan patas, alas y lenguas más largas en proporción al tamaño de sus cuerpos (Fig. 1) (Alpatov, 1948).
Color. El primer segmento dorsal del abdomen varía en color entre amarillo claro y completamente oscuro (Fig. 2); el escutelo también puede ser de color amarillo.
Es posible determinar un patrón típico promedio para cada raza de abejas. Pero se debería recalcar que la variabilidad de color dentro de una misma raza es mucho mayor en el país de origen de lo que creen la mayoría de los apicultores. El valor del color como uno de los caracteres distintivos, no debe sobrestimarse. No todas las abejas con marcas de color amarillo o marrón son híbridas. Mientras que estas marcas menos confiables se observan sin dificultad, en la práctica se juzga casi exclusivamente en base al color.
Además, y por la misma razón, pueden obtenerse en la selección resultados rápidos en base al color (p. Ej. Lingústica en los EE.UU.).
Largo de la lengua. Hay en las razas una diferencia de 1.7 mm entre los dos extremos de lenguas (Fig. 3), entre la abeja egipcia y la abeja caucásica; o sea aproximadamente 25% del largo total. Es ésta la única característica bajo discusión que tiene influencia directa sobre la cosecha de miel. Las razas con lengua larga pueden trabajar en el trébol rojo (las caucásicas, carniolas, e italianas); las razas con la lengua más corta son incapaces de hacerlo. La selección basada en el largo de la lengua es perfectamente viable (Goetze, 1956; Henriksen y Hammer, 1957).
Cubierta pilífera. Algunas razas tienen tomentos anchos y densos (“gris” en carniolas y caucásicas), mientras que en otras sólo tienen bandas angostas y dispersas (abejas oscuras), o prácticamente ninguna faja (abejas Tell) (Esta abeja se denomina científicamente A. M. Intermissa. Su habitaste halla en el norte de África. Aparte de algunas de las características arriba indicadas, hay otras que se utilizan para distinguir entre las razas. Estas incluyen el número de ganchos en las alas, el ancho del metatarso, la forma y tamaño de las glándulas cereras y la forma de las láminas quitinosas de los órganos sexuales masculinos (Válvulas del pene).
Los pelos que cubren el abdomen son largos (0,5 mm) en el caso de la abeja oscura y cortos (aproximadamente 0,3 mm) en la mayoría de las otras razas (Fig. 4).
Nervaduras de las alas. En la taxonomía de la abeja melífera, las nervaduras (vasos sanguíneos) de las alas juegan un papel importante. La forma de ciertas células, su tamaño y proporción, como asimismo sus ángulos, demuestran numerosas diferencias características. El llamado índice cubital se usa con mucha frecuencia (Goetze, 1930). Esto se refiere a la proporción entre la línea b y línea a en la Fig. 5.