11 agosto 2017

LOS APICULTORES DE EXTREMADURA LE DECLARAN LA GUERRA A LOS ABEJARUCOS.

Los apicultores extremeños declaran la guerra a una de las aves más bellas de Europa.


El abejaruco es una de las aves más bellas de Europa, si no la que más. Yo no me canso nunca de admirar sus colores tropicales (rojos, amarillos, verdes, azules), su silueta aerodinámica, su reclamo de silbato inconfundible, sus garabatos en el aire. El nombre castellano de este pájaro lo dice todo. Es un especialista en el consumo de abejas, aunque también se alimenta de otros insectos voladores. Para los amantes de la naturaleza es la alegría de los campos españoles, pero para algunos apicultores son un problema pues se come algunas de sus abejas. ¿Tantas como para arruinarles?

Los apicultores de ASAJA en Extremadura piensan que sí. Y contra toda lógica, la Administración autonómica acaba de anunciar que permitirá disparar a las aves (aunque sea de forma disuasoria) o que se empleen redes de captura con riesgo de muerte para ellas. Algo completamente desproporcionado pues el abejaruco es una especie protegida con tendencias negativas en su población.

Asaja Extremadura denuncia que la masiva presencia de abejarucos, unido a la sequía, está provocando en la actual campaña pérdidas de hasta el 60% de la producción habitual de miel de los apicultores extremeños.

Por ello, la organización agraria ASAJA ha instado a la Junta de Extremadura, a través de un comunicado de prensa, a elegir “entre seguir protegiendo al abejaruco o proteger a los apicultores”. Paulino Marcos, presidente de la sectorial de apicultura de Asaja Extremadura, ha asegurado: “Estamos completamente indefensos y desprotegidos porque no podemos actuar contra esta especie invasora que está aniquilando nuestra colmenas”.

Sin embargo, la ciencia desmiente a los apicultores. En primer lugar, el abejaruco no es una especie invasora. Como las golondrinas o los vencejos, son aves autóctonas que crían en España pero pasan el invierno en el centro de África.

Por otro lado, estudios de las universidades de Murcia y Extremadura, así como otros encargados por el Ministerio de Medio Ambiente para conocer el impacto del abejaruco sobre las colmenas de abejas, demuestran que el impacto es mínimo.

Según SEO/BirdLife, las conclusiones de estos trabajos científicos son claras: la depredación de los abejarucos sobre las colmenas es puntual, temporal y no supone un riesgo para la viabilidad de las mismas, ya que apenas consumen un 2% de las abejas, que de forma natural regeneran las propias colmenas. Además, esta interacción se produce principalmente durante las concentraciones e inicio de la migración del abejaruco en agosto, con lo que se pueden aplicar medidas temporales de protección como las descritas.

El problema son los pesticidas y no las aves

“No podemos entender la posición de ASAJA solicitando medidas, tan contundentes como simplistas, contra una especie protegida cuando hace apenas unos meses clamaba por la liberalización del uso de biocidas en las explotaciones. Y ese es uno de los principales problemas—que no el único— de las abejas, como lo demuestran recientes estudios publicados en la revista Science, en los que se pone de manifiesto que los neonicotinoides (clotianidina, tiametoxam e imidacloprid) resultan letales para todo tipo de abejas y sus efectos pueden verse prolongados en el tiempo”, ha declarado Carmen Ibarlucea, coportavoz de EQUO en Extremadura.

En este mismo sentido, el Parlamento Europeo, en su Comisión de Medio Ambiente, ha propuesto la eliminación de dichas sustancias en base a una evaluación realizada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

“El problema que está acabando con las abejas, por tanto, no es el abejaruco, sino una combinación de factores, como el cambio climático, las enfermedades como la varroa, y el uso indiscriminado de sustancias tóxicas en el medio natural. Abejas y abejarucos llevan miles de años conviviendo en perfecto equilibrio sin ningún problema”, concluye Ibarlucea.

En esta misma línea se ha manifestado SEO/BirdLife, para quien no tiene sentido que los apicultores pidan que se les deje espantar a los abejarucos con medidas ya demostradas como ineficaces, mientras no dicen nada sobre la aplicación de pesticidas en cultivos de toda la región. “Resulta más fácil culpar a las aves que vuelan sobre las colmenas que al invisible veneno que las abejas reciben en los campos, pero eso no solucionará los problemas de los apicultores extremeños”, puntualiza Marcelino Cardalliaguet, delegado de SEO/BirdLife en Extremadura.

Desde EQUO afirman que los abejarucos no solo capturan abejas, sino multitud de otros insectos voladores (escarabajos, libélulas, avispas…) y que si se pretende evitar el impacto negativo de su presencia sobre los colmenares, “existen soluciones sencillas, como el sombreo de las colmenas, las redes laterales y los aportes de agua en las inmediaciones de los refugios, que no solo disminuyen notablemente las interacciones con el abejaruco, sino que facilitan la termorregulación del colmenar. Estos dispositivos pueden ser fijos o móviles, dependiendo de que las colmenas sean estantes o trashumantes”.

El partido ecologista, hace un llamamiento a la Administración para que, lejos de posturas maximalistas, aborde el problema de la conservación de las abejas, utilizando criterios científicos y objetivos que contribuyan a preservar la biodiversidad, en la que las abejas resultan una pieza clave, y a hacer sostenibles las producciones apícolas de la región.


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