La transmisión de virus en forma vertical es la que se realiza de los parentales a la descendencia, la horizontal entre los habitantes de la colonia.
Antes de continuar queremos dejar muy claro que no existen tratamientos efectivos y que lo único que podemos hacer es tomar medidas preventivas, como son evitar la deriva y el pillaje, eliminar las colmenas débiles y mantener en las colonias unos niveles bajos de infestación por varroa. Tampoco entra dentro de nuestros objetivos realizar la descripción de todos los virus que pueden afectar a las abejas melíferas, sino que pensamos que resulta más adecuado describir los que pueden presentar una mayor incidencia o causar problemas más importantes.
El de mayor incidencia actualmente parece ser el virus de la parálisis crónica (V.P.C.) también conocido como del "mal negro".
Virus de la parálisis crónica (V.P.C.)
Fue citado por primera vez en el año 1933 y varios investigadores piensan que pudo ser el causante de una mortandad masiva de abejas que se produjo en la isla de Wight (Inglaterra) que recibió la denominación de "enfermedad de la isla de Wight".
Este virus es frecuente en colonias en las que las abejas están confinadas durante largos períodos de tiempo.
En el síndrome tipo I o de la parálisis, las abejas afectadas presentan temblores en las alas y el cuerpo, no pueden volar y se arrastran por el suelo o cerca de la piquera, a veces en masas de cientos de individuos. Estos síntomas también se pueden atribuir a las infecciones provocadas por Nosema apis, Malpighamoeba mellificae o Acarapis woodi.
En muchos casos el abdomen de los animales se encuentra hinchado (debido a una distensión del buche de la miel) y pueden presentar diarreas. Las abejas enfermas suelen morir a los pocos días de la aparición de los síntomas. También las colonias con una afectación severa pueden colapsar, particularmente durante el verano.
En el síndrome tipo II o de las ladronas negras, las abejas van adquiriendo una coloración negra brillante y un aspecto grasiento. Aunque al principio pueden volar, cuando vuelven a las colmenas no son reconocidas por las guardianas y se les niega el acceso, por lo que en algunos casos los apicultores piensan que son abejas procedentes de otras colmenas que se están dedicando al pillaje. En pocos días pierden la capacidad de volar, comienzan a temblar y mueren rápidamente.
Los síndromes son causados por un virus ARN de forma elipsoide y de tamaño variable, que se multiplica en los tejidos del sistema nervioso de las abejas. La principal vía de contagio parece ser a través de las heridas que se producen en los cuerpos de las abejas, o a través de las quetas rotas. Las quetas o "pelos" que recubren el cuerpo de las abejas no son estructuras muertas, su interior se encuentra vivo y en contacto con la hemolinfa. Las abejas paralizadas tienen sus excrementos contaminados con este virus y la retirada de los mismos puede actuar como vía de contagio.
Aunque la parálisis es una enfermedad que afecta a las abejas adultas, ocasionalmente las pupas pueden verse afectadas. No se ha demostrado que Varroa destructor actúe como vector de transmisión de este virus, por lo tanto su papel en la diseminación de este agente patógeno debe de ser en todo caso pequeño.
Este virus se encuentra muy extendido, produciendo generalmente un debilitamiento paulatino de las colonias, aunque sin que estas lleguen a sucumbir a la acción del virus. En algunos lugares puede ser endémico, como parece ocurrir en la isla de La Palma. En un estudio realizado en los años 90 se encontró que más del 75% de las muestras de abejas muertas recolectadas en primavera y comienzos del verano, contenían altas concentraciones de partículas víricas.
Su incidencia es alta y en algunos casos se ha comprobado que está presente en abejas aparentemente sanas. Los brotes más virulentos se suelen presentar en primavera o verano, y cada vez toma más fuerza la idea de que este y otros virus se encuentran permanentemente en las poblaciones de abejas, sin que los animales presenten ningún tipo de sintomatología, y sin desencadenar su acción patógena hasta que algún factor ambiental "dispare" su acción
Virus de la parálisis aguda (V.P.A.)
Su descubrimiento se realizó en el laboratorio cuando se analizaban muestras de abejas que presentaban síntomas de estar infectadas por el virus de la parálisis crónica (V.P.C.).
La sintomatología que pueden desencadenar los dos virus suelen ser similares. Si se inoculan en abejas sanas producen temblores y parálisis a los pocos días de su inoculación. La diferencia radica en que las abejas inoculadas con el virus de la parálisis aguda mueren antes que las inoculadas con el de la parálisis crónica.
Su presencia en las colmenas no se asocia en la mayoría de los casos a la aparición de ninguna sintomatología específica, debido probablemente a su reproducción en tejidos no imprescindibles para el mantenimiento de la actividad vital, o bien a que su tasa reproductiva sea baja.
El virus de la parálisis aguda puede llegar a exterminar un colmenar, pero lo más frecuente es que la sintomatología que desencadena su acción aparezca bruscamente, mate algunas colonias y debilite otras, produciéndose a continuación una lenta recuperación.
Sabemos que este virus se acumula en la cabeza, cerebro y glándulas hipofaríngeas de las abejas. Los excrementos también pueden contener partículas víricas infecciosas. En la naturaleza podría ser diseminado de forma inaparente vía secreciones de las glándulas salivares y/o el alimento que las abejas mezclan con estas secreciones.
La máxima incidencia ocurre en los periodos de máxima actividad en la colmena y especialmente hacia la mitad del verano, coincidiendo con un fuerte desplome de la población de abejas. Para su transmisión y ataque “virulento” parece requerir de un vector (organismo) que lo transporte y lo inocule a las abejas, este vector en puede ser Varroa destructor o Acarapis woodi. De hecho hasta la propagación de varroa por todo el planeta este virus nunca fue detectado de forma serológica en las abejas adultas o en la cría, tampoco nunca se asoció a síntomas de enfermedad o a la muerte de las colonias.
Experimentos realizados en laboratorio han demostrado que las hembras adultas de Varroa destructor pueden actuar como vectores transmisores de este virus a las pupas en desarrollo, pero afortunadamente parece ser que el virus no se puede replicar en los tejidos del ácaro.
Varios estudios realizados en Europa indican que este virus es más frecuente encontrarlo a finales del verano o principios del otoño en colonias infectadas con varroa, coincidiendo con el pico reproductivo del ácaro. Este hecho apoya la hipótesis que propone que el ácaro tiene un papel importante en la transmisión del virus
Virus filamentoso.
La sintomatología que desencadenaba en algunos casos (abejas arrastrándose en el suelo debajo de la piquera), era similar a la que presentaban abejas supuestamente atacadas por rickettsias.
Este virus es único de tipo ADN que infecta de forma natural a las abejas. Además generalmente se considera el menos virulento de todos los conocidos, multiplicándose principalmente en los tejidos del cuerpo graso y en el ovario de las abejas adultas. Aunque sea catalogado como poco virulento, en algunos casos se ha citado como responsable de episodios de severa mortalidad.
La sintomatología que presentan los animales puede ser confundida con la producida por otros procesos patológicos, debido a que los síntomas más evidentes son que las abejas se arrastran y se mueren, y que las pupas en las celdillas se vuelven marrones o negras.
Debido a su gran tamaño y a la presencia de las partículas víricas en la hemolinfa, la identificación se puede realiza con un microscopio óptico, a partir de muestras de hemolinfa procedentes de animales enfermos o muertos. En algunos casos se ha descrito la presencia de estas partículas víricas en animales sanos, sin ningún tipo de sintomatología.
La transmisión puede ser por vía alimentaria o por inoculación mediante la acción de un vector, que lo introduzca dentro del cuerpo de una abeja. La mayor incidencia de esta virosis se produce en primavera, remitiendo en el verano.
Virus alas opacas.
Este virus se descubrió en extractos de abejas adultas que habían sido mantenidas en el laboratorio para estudiar otros virus.
Es un virus esférico muy pequeño (17 nm). El principal síntoma que presentan las abejas infectadas por este virus es la pérdida de la transparencia de las alas. Las partículas víricas se localizan en la cabeza y el tórax, pero desconocemos en qué tipo de tejidos se multiplica.
Los estudios realizados indican que este virus puede estar presente de forma inaparente en algunas colonias, infectando a la cría en desarrollo. En la naturaleza este virus presenta una baja incidencia y el nivel de infestación parece no estar asociado a la infestación por varroa
Virus X e Y.
Los dos virus son muy parecidos y durante varios años se han confundido entre si. Afectan al tubo digestivo de las obreras adultas, los animales no muestran signos de infección y la transmisión se efectúa vía alimento. La principal diferencia entre ellos radica en la época del año en la que infectan a las abejas, el virus “X” las ataca usualmente en el invierno y el “Y” en primavera.
El virus “X” se descubrió en laboratorio en experimentos en los que se trabajaba con otros virus. No sabemos nada sobre la historia natural de este virus, excepto que se ha aislado en muestras de abejas adultas. No parece ser muy patógeno y su multiplicación es lenta, por lo que necesita de una alta longevidad o larga invernación de la colonia para desarrollar su acción.
Las partículas víricas no se multiplican cuando se inyectan en abejas adultas o pupas. Pero si lo hacen cuando se administran junto con el alimento a nodrizas jóvenes mantenidas a 30º C (no se multiplican cuando la temperatura ambiental es de 35º C).
Como ocurre con otros virus que afectan a las abejas, no existe una sintomatología especifica asociada a su acción. Sí sabemos que en condiciones de laboratorio reduce la esperanza de vida de las obreras.
El virus “Y” se aisló en laboratorio a partir de muestras de abejas adultas encontradas moribundas o muertas en el exterior de colonias a comienzo del verano. Su infectividad es similar a la del virus “X” cuando se administra con el alimento y si las abejas se mantienen a 30º C.
Aunque este virus puede infectar a las abejas jóvenes vía alimento, la mayoría de las infecciones se producen cuando el virus se administra vía alimento junto con esporas de Nosema apis.
Virus de las alas deformes.
El primer aislamiento de este virus se realizó a partir de muestras de abejas adultas, procedentes de colonias infestadas con Varroa destructor. Las colmenas estaban localizadas en Japón y por este motivo en un primer momento se denominó cepa Japonesa.
La sintomatología que puede desencadenar este virus se parece a la producida por Varroa destructor, por este motivo se pensó en un primer momento que los síntomas observados eran el resultado de la acción de varroa, y no debidos a un virus.
El virus de las alas deformes se encuentra actualmente ampliamente distribuido y es frecuente encontrarlo en las colonias infestadas por el ácaro. Las abejas afectadas tienen un tamaño inferior al normal y las alas presentan deformidades o se encuentran atrofiadas.
Este virus puede afectar a las abejas adultas y la cría, además sabemos que V. destructor actúa como vector de transmisión entre insectos sanos y enfermos, y a la cría en desarrollo. Como ejemplo podemos citar que en muestras procedentes de dos colonias estadounidenses con un alto grado de parasitación encontraron este virus en el 92% de los ácaros, 100% de las obreras con alas deformes, 75% de las obreras aparentemente normales, 47% de los zánganos adultos, 92% de las pupas de obrera y 80% de las larvas.
Además de su presencia en la cría de obreras, y en las obreras y zánganos adultos. Se ha detectado este virus en las reinas, en la comida que se administra a las larvas, y en el esperma de los zánganos.
Los trabajos realizados no son concluyentes acerca de la patogenicidad o capacidad de producir una enfermedad por este virus. Probablemente no sólo sea el causante de deformidades en las alas de ciertos animales, sino que además seguramente reduce la esperanza de vida de las obreras y además esté implicado en la pérdida de animales y cría en momentos críticos.
Virus Kashmir.
Este virus fue descubierto en 1974 en muestras de abejas de la especie Apis cerana procedentes del norte de la India.
Se considera como uno de los virus más virulentos, ya que unos cuantos virus inyectados en condiciones de laboratorio en abejas sanas pueden matarlas en pocos días, también causa la muerte en sólo 3 días de las pupas a las que se les inyectan 35 partículas víricas. También es importante indicar que se puede encontrar en muchas colonias sin producir síntomas evidentes. De hecho la infección de este virus nunca se ha asociado con la aparición de unos síntomas clínicos específicos.
La administración de alimento conteniendo este virus a las larvas en desarrollo no parece tener ningún efecto ya que los animales continúan su desarrollo y finalmente emergen como animales aparentemente sanos. Pero si en el laboratorio se les inyecta a las larvas una solución salina, proteínas extrañas, o son incubadas durante 3 días a 35º C, el virus se activa y multiplica, provocando la muerte de las abejas.
Varios investigadores opinan, basándose en los datos disponibles, que para que este virus manifieste síntomas en una colonia tiene que estar asociado a otra enfermedad (ej. varroasis o nosemosis). De hecho está comprobada su asociación a Varoa destructor tanto en estudios de campo como de laboratorio.
Virus de la parálisis lenta.
Este virus se aisló accidentalmente cuando se estaba trabajando con el virus “X”. Cuando se inyecta a abejas adultas, los animales mueren a los 12 días. Un síntoma típico de la acción de este virus es que el día anterior a la muerte, o dos días antes, los animales sufren parálisis en los dos pares anteriores de patas.
El incremento en la incidencia de este virus se ha asociado al progreso de la varroasis. Probablemente la parasitación de las larvas por varroa y específicamente la actividad de alimentación del ácaro active la replicación del virus.