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28 marzo 2016

LOS ENJAMBRES - THE SWARMS.

Uno de los fenómenos más importantes relacionados con los colmenares tradicionales hace referencia a los enjambres.

Recibe el nombre de enjambre la salida de la colmena de una parte de las abejas obreras, entre 10.000 y 20.000, acompañadas de una reina y de unos pocos zánganos.

Este fenómeno que dependiendo de los años puede ser intenso o no, se debe al instinto de reproducción de la especie, y suele coincidir con el período de máximo desarrollo de la colmena.

Muchos colmeneros capturan todos los enjambres posibles, porque para ellos es la única forma de reponer las abundantes bajas invernales. Ya lo dice el refrán “de una colmena, ciento; y de ciento, una”, lo que indica la facilidad con la que puede aumentar el colmenar y la rapidez con la que desaparece.

Por eso, en verano, después de comer, los vecinos se dan una vuelta por su colmenar para ver cuántos enjambres tienen “posados”. Algunos, incluso, durante ese tiempo se pasan todo el día en el colmenar.

La salida del enjambre.

Los días previos a enjambrar, las abejas se muestran inquietas, disminuye su actividad de campo, se apiñan a la entrada de la colmena , forman la “barba” (acumulación de abejas inactivas) y se atiborran de miel para tener provisiones suficientes hasta que encuentren otro alojamiento.

La salida del enjambre, normalmente al mediodía, se convierte en un espectáculo emocionante, mezcla de alegría e incertidumbre. Antes de salir, se ven muchas abejas revoloteando alrededor de la colmena, con la cabeza inclinada hacia la piquera, alejándose y regresando de inmediato, hasta que se produce un zumbido especial por la salida masiva de abejas.

Luego se forma en el aire como una nube que parece inmóvil hasta que sale la reina y toma la decisión de “posarse” o emprende el vuelo. A veces la reina tarda en salir, por lo que el grupo retorna una y otra vez a la colmena.

Lo normal es que el enjambre se pose en un arbusto próximo al colmenar, especialmente si es el primero del año porque lleva la reina madre y al estar fecundada tiene dificultades para volar, adoptando el típico aspecto de piña o de racimo, para desde allí enviar a las abejas exploradores (unas 50 por colonia) con el fin de encontrar un alojamiento definitivo.

Para evitarlo, los colmeneros colocan sobre una rama o un palo clavado en el suelo una amalgama de hojarascas o ramaje que llaman “poner sobras” para, como decimos, atraer a los enjambres e impedir que se marchen.

Persecución

Cuando el enjambre no se “posa” en el entorno del colmenar, la nube de abejas se traslada a baja altura, entre los 20-25 kms. por hora.

Yo pienso que esas creencias no tienen fundamento científico ni dan resultado, sino que sirven para alertar a los demás de que ese enjambre ya tiene dueño.

Lo más probable es que esta costumbre de perseguir a los enjambres con ese alboroto proceda de la época romana, en que el dueño del enjambre para acreditar la propiedad del mismo tenía que seguirlo por el campo repleto de agricultores, y lo hacía voceando y haciendo ruido, para dejar constancia de la pertenencia de aquella nube de abejas viajeras.

Sí parece eficaz, sin embargo, lanzar sobre el enjambre chorros de agua a modo de lluvia, arrojar puñados de tierra al aire o deslumbrar a las abejas con espejos, pues, quizás, con esos efectos, se simula una especie de tormenta imprevista que puede llevar a las abejas, asustadas y confusas, a aterrizar apresuradamente.

Recogida

Una vez que la reina aterriza, es rodeada por sus súbditas y se forma un racimo bien compacto. Y, como el tiempo que permanece parado el enjambre es variable, entre varias horas y dos días, no debe demorarse la recogida del mismo no vaya a ser que tras una breve pausa emprenda de nuevo el vuelo.

El enjambre, una vez asentado, se debe recoger con calma y sin movimientos bruscos, variando el modo de proceder dependiendo de la situación en que se encuentre: si el racimo de abejas está en el suelo, entre las hierbas, lo mejor es acercar un cajón o enjambrera.

Con un poco de humo conseguiremos que las abejas entren por sí mismas; si el enjambre está colgado en una rama a gran altura, se puede emplear un artilugio casero a modo de saco abierto, suspendido en el extremo de una barra o palitroque.

 Ese recipiente se coloca debajo del enjambre y con un golpe seco sobre la rama se hace caer dentro la masa de abejas; si las abejas están suspendidas de una rama pequeña, se la corta con una tijera y se traslada en la misma al nuevo alojamiento. 

Instalación en la colmena

Una vez que el grupo de abejas se ha apaciguado se sacude dentro de la colmena.

A veces las abejas no aceptan la nueva morada, marchándose una y otra vez. Para impedirlo, es bueno rociar la colmena con agua miel.
En el supuesto de que nadie recoja el enjambre se vuelve errante hasta que él mismo se mete en un hueco de árbol, en una chimenea, en el caño del techo de una casa, en el hueco de una persiana, etc.

Hay colmenas muy propensas a enjambrar hasta tal punto que llegan a emitir hasta diez o doce enjambres cada año, cada vez más pequeños y que el colmenero abandona.

Salvo el primero, que suele ser el mejor, todos los demás llevan reina joven sin fecundar, por lo que vuela con gran facilidad y no suele posarse cerca del colmenar.

Por: Félix Herrero García.


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24 marzo 2016

El apetito sexual de la abeja reina - The sexual appetite queen bee.

A temprana edad, la abeja reina hace vuelos para aparearse y copula con múltiples zánganos que mueren cuando depositan sus espermatozoides.

Al macho de una especie animal se le suele considerar como más promiscuo que la hembra. Sin embargo, el voraz apetito sexual de la abeja reina desmitifica esa percepción.

Al hablar de sexo, el mito sostiene que las hembras en el reino animal son pasivas y monógamas.

Se dice que los machos buscan aparearse con múltiples hembras para aumentar sus posibilidades de tener descendencia.

A la vez, pensamos que las hembras son naturalmente más selectivas porque invierten una mayor energía en tener hijos, sin que tener más de un compañero sexual incremente sus posibilidades de reproducirse.

Esos son algunos de los conceptos más profundamente arraigados de la biología evolutiva. Se trata, también, de nociones equivocadas.
Paradigma errado

El mito del macho promiscuo y apasionado frente a la hembra tímida y exigente está basado en lo que algunos han llamado el paradigma Darwin-Bateman.

Las hembras, por otra parte, con excepciones muy raras, son tímidas y se esfuerzan… para escapar del macho Charles Darwin, naturalista británico

En su obra "El origen del hombre y la selección en relación al sexo", Charles Darwin –uno de los fundadores de la teoría de la evolución– describió cómo los machos tenían "fuertes pasiones" y "buscaban ansiosamente" hembras.

"Las hembras, por otra parte, con excepciones muy raras, son tímidas y se esfuerzan… para escapar del macho", apuntó Darwin.

Luego, en 1948, el genetista inglés Angus John Bateman publicó un experimento, ahora famoso, en el que se colocaron dentro de un frasco un número igual de machos y hembras de la mosca de la fruta.

El científico escogió moscas con mutaciones tales como alas rizadas, ojos pequeños y pelos gruesos para encontrar una forma de determinar el origen de la cría resultante.
La conclusión de Bateman fue que había una mayor variabilidad, tanto en el éxito reproductivo como de apareamiento, entre los machos y que aparearse con múltiples parejas aumentaba sus posibilidades de pasar sus genes, lo cual no era el caso de las hembras.
Mito desmontado

Durante décadas esas ideas influyeron marcadamente en los biólogos evolucionistas, si bien hubo ejemplos de especies donde las observaciones de los roles sexuales de Darwin-Bateman arrojaron resultados opuestos.

Las abejas obreras, en colmenas de reinas con más parejas, construyen una mayor cantidad de panales.

Sin embargo, quizás lo más sorprendente de todo es que no fue hasta la publicación de dos estudios, en 2007 y 2012, cuando se mostró que las conclusiones de Bateman estuvieron basadas en métodos de experimentación y estadística que tenían fallos.

Patricia Adair Gowaty, de la Universidad de California, en Los Ángeles, repitió el experimento original, apuntando que los métodos de Bateman sólo podían identificar a los padres, si la cría tenía las mutaciones tanto del padre como de la madre.

Y añadió que los datos aportados por Bateman solo serían exactos, si esos descendientes eran tan viables como aquellos con una mutación o ninguna, que finalmente no lo eran.

Todo lo cual significa que los resultados de Bateman y las conclusiones basadas en ellos estaban equivocados.

Reina del sexo

Y eso nos conduce, apropiadamente, al caso de las abejas domésticas o melíferas.

A temprana edad, la abeja reina hace vuelos para aparearse y copula con múltiples zánganos que mueren cuando depositan sus espermatozoides.

La abeja reina guarda el esperma y lo va usando durante toda su vida.


Los científicos creen que la promiscuidad de la reina ayuda a mejorar la resistencia ante enfermedades, al estimular la diversidad genética

Estando en la Universidad de Florida, EE.UU. el entomólogo Héctor Cabrera-Mireles revisó los estudios para identificar al insecto más poliándrico, es decir, la especie en la que las hembras copulan con una mayor cantidad de machos.

No es de extrañar que su investigación se concentrara en la abeja melífera.

Así constató que la europea se aparea hasta 20 veces y la asiática hasta 30.

Sin embargo, Cabrera-Mireles encontró que la Apis dorsata, la abeja gigante del sur y del sureste de Asia era la más poliándrica de todas. Un estudio de una huella de ADN determinó que las hembras tenían hasta 53 parejas.

Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/10/141014_abeja_reina_conducta_sexual_lp?utm_content=buffer21954&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer

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20 enero 2016

OJOS, ANTENAS Y BOCA DE LAS ABEJAS - EYES, ANTENNAS AND MOUTH OF BEES.

Los ojos

Los ojos de las abejas constan de una serie de partes esenciales: lentes externas para enfocar la luz y una retina debajo, sensible a la luz y conectada con el cerebro por medio de nervios.

La agudeza visual es una característica de las abejas y se pone de manifiesto por la existencia de dos grandes ojos compuestos. Cada uno está formado por un número variable de estructuras hexagonales llamadas ommatidios. Mientras que un ojo simple tiene una lente para toda la retina, un ojo compuesto tiene muchas lentes pequeñas y su retina está dividida en partes que corresponden a esas lentes. De esta manera, el insecto “ve” con un ojo compuesto tantos puntos de luz como divisiones tiene el ojo y así recibe una reproducción en mosaico del objeto o escena delante de él.

Los ojos compuestos perciben los colores que distingue el ojo humano más el ultravioleta y con la excepción del rojo. Su eficacia es tal que, mientras nuestros ojos no pueden discernir más de 20-30 imágenes por segundo, una abeja es capaz de separar 300 en ese mismo tiempo. La utilidad de estas estructuras es decisiva para una buena visión lejana, fuera de la colmena, y para su orientación respecto al sol durante el vuelo.

Sin embargo, no todas las castas de las abejas requieren de esta agudeza visual de la misma manera. La reina, por ejemplo, sólo necesitará una buena visión una vez en su vida y la empleará para volver a la colmena después del vuelo nupcial. Sin embargo, una obrera necesita una buena visión de forma continuada para la localización del alimento, de la colmena, de otras obreras, etc. El zángano, por su parte, también requiere una buena agudeza visual para poder localizar a las hembras vírgenes en el vuelo de reproducción.

Pero las abejas también necesitan poder ver con claridad en el interior de la colmena, donde disponen de muy poca cantidad de luz y en el exterior cuando llega el crepúsculo. Para la visión a corta distancia y en condiciones de oscuridad adquieren importancia los ocelos u ojos simples, ya que son capaces de percibir la intensidad, la longitud de onda y la duración de la acción de la luz.

Las antenas

Las antenas son las estructuras en las que residen los sentidos del tacto y del olfato. Cada una de ellas está recorrida internamente por un nervio doble que procede directamente del cerebro. La información procedente del exterior es recogida por pelos táctiles y diferentes estructuras sensoriales que están recubriéndolas.

Los órganos sensoriales más numerosos de las antenas aparecen en la superficie de las mismas como discos o placas diminutas, cada una de las cuales tiene una ranura alrededor del borde y está recubriendo un número grande de células. Estas estructuras se conocen como órganos placa y son los principales órganos del olfato en la abeja, siendo por tanto capaces de recibir el estímulo de diminutas partículas de materia suspendidas en el aire. El número de órganos placa situados en las antenas varía dependiendo de la casta, así en las obreras se pueden encontrar cinco o seis mil, en la reina dos o tres mil y hasta treinta mil en el caso del zángano.
La reacción al tacto o presión externa es uno de los sentidos más primitivos. Sin embargo, los insectos adultos tienen poca sensibilidad a la presión debido a la dureza de su cubierta externa. Por eso, la mayoría de los nervios sensoriales de la piel contactan con células situadas en la base los pelos.

Éstos están delicadamente equilibrados y son accionados fácilmente al tomar contacto con objetos o corrientes de aire. En consecuencia, un pelo provisto de nervios y sus células del sentido asociadas, constituye un órgano del tacto. Estos pelos intérvados aparecen en diferentes partes del cuerpo y apéndices, pero son especialmente numerosos en las antenas.

La boca

La boca de las abejas está rodeada por un par de mandíbulas y prolongada por una trompa o probóscide.
Las mandíbulas son utilizadas para amasar la cera, comer polen y sujetar a un posible enemigo al que luego clavarán el aguijón, o realizar cualquier trabajo de la colmena que requiera un par de instrumentos aptos para agarrar. En las obreras son lisas y redondeadas, mientras que en las reinas y zánganos presentan pequeños dientecillos en el borde.

La probóscide o trompa en forma de tubo permite a la abeja succionar los líquidos. No es un órgano permanente, como en la mayoría de los insectos chupadores, sino que se improvisa temporalmente al juntar las partes libres de las maxilas y el labio para formar un tubo muy eficaz en la ingesta de néctar, miel o agua. Abrazando la base de la lengua se encuentran un par de palpo labiales que actúan como órganos del gusto (así como también lo eran las antenas). Todas estas partes pueden

Todas estas partes pueden separarse si se obstruyen accidentalmente con un grano de polen u otra partícula extraña.
La lengua tiene apariencia de líneas cruzadas y muy juntas debido a la presencia en su pared de aros duros que llevan pelos y están separados entre si por membranas angostas y lisas. A causa de esta estructura la lengua puede acortarse y estirarse de manera que el líquido lamido es levantado hacia dentro del canal de la probóscide.

La bomba de succión de la abeja es un gran saco con paredes de músculos que se encuentra dentro de la boca y se extiende desde ésta hasta el cuello donde su punta afinada continúa con el esófago. Los líquidos son succionados del canal de la probóscide por la acción de un músculo dilatador; la contracción de los músculos compresores cierra entonces la boca e impulsa el líquido a la faringe, de donde es llevado al esófago, el cual pasa a través del cuello y se continúa a lo largo del tórax hasta alcanzar el abdomen, donde se ensanchará en un saco de paredes finas llamado buche o estómago de la miel. Este saco está revestido de una membrana endurecida y sus paredes contienes fibras musculares. Su principal función es la de depósito del néctar o líquido chupado. Está separado del verdadero estómago por el proventrículo, el cual ejerce un preciso control de la cantidad de alimento que pasa al estómago, de manera que sólo se transfiera la necesaria para cubrir las necesidades alimenticias de la abeja. El resto del néctar que queda almacenado en el buche será regurgitado ya transformado en miel una vez en la colmena. Tras el estómago o ventrículo, que es la porción mayor del tubo digestivo y el lugar de absorción del alimento, se en encuentra intestino delgado y el recto, cuyas principales funciones se relacionan con la reabsorción del agua y la retención de las heces hasta el momento en que la abeja abandone la colmena.

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