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18 julio 2016

LA EVOLUCIÓN DE LAS ABEJAS - THE EVOLUTION OF BEES.

Crabronidae
Crabronidae
Las abejas, como las hormigas, son una forma especializada de avispa. Los ancestros de las abejas eran avispas de la familia Crabronidae, y por lo tanto depredadores de otros insectos. 

El cambio de insecto de presa a insecto de polen puede ser el resultado del consumo de insectos que eran visitantes florales y estaban parcialmente cubiertos con polen cuando fueron el alimento de las larvas de la avispa. 

Este mismo escenario evolutivo también se ha producido dentro de las avispas Vespoid, donde el grupo conocido como “avispas de polen”, también evolucionó a partir de ancestros depredadores.

Cretotrigona prisca
Cretotrigona prisca
Hasta hace poco, el fósil más antiguo de una abeja no comprimida había sido la Cretotrigona prisca descubierta en Nueva Jersey en ámbar, que vivió en el Cretácico. 

Recientemente se informó de un fósil de abeja, del género Melittosphex, que se considera “un linaje extinto de las abejas melíferas, hermana de las abejas modernas”, y data de principios del Cretácico (~ 100 millones de años). 

Las características derivadas de su morfología la colocan claramente como una abeja, pero conserva dos rasgos ancestrales modificados de las patas (dos espolones tíbiales mediados y una tarsómero posterior delgado), indicativos de su estado de transición.

Melittosphex
Melittosphex
Las primeras flores polinizadas por animales fueron polinizadas por insectos, como escarabajos, por lo que el síndrome de polinización por insectos estaba bien establecido antes de que las abejas aparecieran por primera vez.

Polinizando
La novedad es que las abejas están especializadas como agentes de polinización, con modificaciones de conductas y físicas que mejoran específicamente la polinización, y en general son más eficientes en la tarea que cualquier otro insecto polinizador, como los escarabajos, moscas, mariposas y avispas de polen.


Se cree que la aparición de tales especialistas florales haya impulsado la radiación adaptativa de las angiospermas, y a su vez, las propias abejas.








08 julio 2016

BUSCAN PROTEGER LA ABEJA IBERICA - SEEKING TO PROTECT THE BEE IBERICA.

Científicos del grupo de investigación Tecnogam del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales (IUCA) de la Universidad de Zaragoza, con sede en la Escuela Politécnica Superior de Huesca, llevan a cabo un proyecto para caracterizar y conservar la abeja negra autóctona en la comunidad autónoma, cuyo nombre científico es Apis mellifera iberiensis.

 La importancia de la apicultura va mucho más allá de su relevancia económica directa -España es el principal país productor de miel en la Unión Europea-, ya que las abejas son los insectos polinizadores más eficaces. Se estima que al menos la tercera parte de los alimentos que consume el ser humano depende de la polinización y la mayor parte de ella, de la realizada por las abejas melíferas.


A pesar de su importancia, el número de abejas y otros polinizadores, tanto silvestres como domésticos, parece estar disminuyendo en todo el mundo; en especial, en Norteamérica y Europa. Hay indicios de que la falta de diversidad genética de los linajes más frecuentemente utilizados en apicultura puede jugar un papel relevante en este descenso, existiendo consenso sobre la necesidad de identificar estas valiosas variedades regionales para preservar a las abejas adaptadas a nivel local.
En la Península Ibérica, parece haberse conservado mejor que en otros países la abeja local, la abeja negra ibérica (Apis mellifera iberiensis), aunque en los últimos años se observa una tendencia creciente a la introducción de abejas mejoradas de otras subespecies, lo que supone un riesgo para la conservación de la abeja autóctona.

En Aragón, parece haberse conservado en pureza el linaje M de Apis mellifera iberiensis, aunque se necesitan estudios más amplios y actualizados que lo confirmen. De hecho, la comunidad autónoma presenta un elevado riesgo de introducción de abejas foráneas ya que es una región típicamente receptora de apicultores trashumantes de otras regiones, incluidos apicultores franceses en los últimos tiempos. Esta recepción de abejas de diversas zonas sin ningún control genético implica un riesgo para la abeja local.

Recientemente, se ha observado también que algunos apicultores profesionales han optado por la utilización de abejas mejoradas de otras especies, con el riesgo consiguiente de hibridación en esas zonas. Otro importante peligro para el mantenimiento de la abeja autóctona y su variabilidad es el importante aumento de mortalidad de las colonias como consecuencia del síndrome de despoblamiento de las colmenas. Esta muerte de un porcentaje importante de colonias todos los años provoca una importante disminución de la variabilidad genética al contar con un menor número de colonias para reponer las pérdidas.

El proyecto de los profesores Pilar Santolaria y Jesús Yániz pretende contribuir al mantenimiento de la abeja autóctona en la región para afrontar en mejores condiciones los importantes riesgos a los que se enfrenta la apicultura en la actualidad. 

Para ello, será necesario en primer lugar realizar una adecuada caracterización de las abejas existentes, para a continuación iniciar un proceso de conservación de la abeja negra autóctona antes de que se ponga en riesgo su continuidad.

El proyecto está financiado por una beca de investigación del Instituto de Estudios Altoaragoneses y por la DGA, a través de la financiación del grupo Tecnogam (A40). En él colaboran también el ADS Número 1 de la provincia de Huesca y más de 40 apicultores de nuestra comunidad.

España es el principal país productor de miel en la Unión Europea (UE) y se encuentra entre los 12 primeros del mundo. También destaca por superar al resto de países europeos en el número de colmenas (unos 2,3 millones) y de apicultores profesionales. 

Pero la importancia de la apicultura va mucho más allá de la producción de miel, ya que son los insectos polinizadores más eficaces debido a su número, a los largos vuelos que realizan y a la diversidad de flores que visitan.

Las abejas domésticas, que son las únicas que pasan el invierno en comunidad, liban multitud de plantas. Durante la recolección de néctar y polen, polinizan las flores. Esta colaboración entre el reino animal y vegetal es muy valiosa puesto que permite la abundancia en frutas y hortalizas y aseguran también la biodiversidad floral que nos rodea.


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22 junio 2016

PREOCUPA LA DISMINUCION DE POBLACION DE LA ABEJAS - WORRIED DECLINE OF BEES POPULATION.

Un estudio de la Universidad de Harvard relaciona directamente el uso de los insecticidas neonicotinoides con la desaparición de las colonias de abejas, hecho que es particularmente grave durante el invierno.

Los resultados de la investigación, publicados en la revista Bulletin of Insectology, refuerzan los de otros trabajos similares que relacionan el conocido como “trastorno del colapso de las colonias“, por el que las abejas abandonan sus colmenas durante el invierno y acaban muriendo, debido al daño que les causan este tipo de productos químicos.

El estudio de Harvard se centra en dos tipos de neonicotinoides, el imidacloprid y la clotianidina, dos de las tres variantes de pesticidas empleados en el cultivo de plantas y cereales prohibidas en la Unión Europea (junto al tiametoxam), por ser perjudiciales para las abejas.

Cabe destacar que al menos desde 2006 se han producido significativas pérdidas de abejas por el trastorno del colapso de las colonias, un problema que ha causado gran preocupación en la comunidad científica por la importancia de la polinización que realizan estos insectos.

Se han considerado diferentes causas de estas muertes, como infecciones, las malas prácticas apícolas o la exposición a los insecticidas, y esta última hipótesis es la que confirma el estudio de la Universidad de Harvard.

Chenseng Lu, director de la investigación y profesor asociado de Harvard, aseguró que sus conclusiones son contundentes y demuestran que los neonicotinoides son los responsables de desencadenar la mortalidad de las abejas.

El especialista y su equipo estudiaron la salud de 18 colonias de abejas en tres ubicaciones diferentes entre octubre de 2012 y abril de 2013, y en cada grupo de seis colmenas, los científicos trataron dos colonias con imidacloprid y otras dos con clotianidina, dejando otras dos sin tratamiento (grupo control).

Con la llegada de los meses fríos, el tamaño de todas las colonias de abejas disminuyó, pero a partir de enero de 2013, las poblaciones del grupo de control empezaron a recuperarse, tal y como se esperaba, mientras que las de las colmenas tratadas con neonicotinoides siguieron descendiendo.

Al final del experimento, seis de las 12 colonias tratadas se habían perdido y las colmenas estaban vacías, mientras que en el grupo de control, sólo en una de las seis poblaciones se encontraron miles de abejas muertas en la colmena y con síntomas de haber sufrido el ataque de un parásito.

Por su parte, un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), revela que el número de abejas en el Hemisferio Norte (Europa, Canadá, Estados Unidos y México) ha disminuido críticamente, particularmente en la última década.

Según el PNUMA, las causas de esta disminución se deben al uso de ciertos plaguicidas, como los neonicotinoides, pero también a los efectos del Cambio Climático.

La situación es alarmante, ya que el 75% de los cultivos que se producen al año en todo el mundo dependen de la polinización de las abejas, según la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas.

Por eso, la progresiva muerte de estos insectos ha levantado alertas mundiales. Si no se controla, incluso podría haber escasez de alimentos en el futuro inmediato.

Los apicultores y científicos creen que el uso de pesticidas en la agricultura ha influido. En Europa y en Estados Unidos han dejado secuelas significativas, que se traducen en pérdidas de hasta el 90% de las colmenas.

Un estudio reciente, realizado por el Laboratorio de Referencia de la Unión Europea, reportó que la mortalidad de este insecto en 17 países del área ha llegado hasta el 33.6%, lo que demuestra lo grave de la situación.

Lo que es claro es que las abejas, que existen en la Tierra desde hace 80 millones de años, nunca habían visto amenazada su población como está ocurriendo ahora, por lo que si esta tendencia continúa, estaríamos ante un gigantesco problema ambiental y de producción de alimentos, que sin duda desencadenaría también una grave crisis económica.



(Información de Universidad de Harvard, Bulletin of Insectology, EFE y PNUMA)
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